domingo, 16 de junio de 2013

LA CIUDAD PETREA

Mientras caminábamos  entre las brumas

por el sendero de arena que conduce a la caverna de riscos

nuestros corazones rotos

habían sido forzados a permanecer impávidos.


El Elfo, había ocultado los remos de la piragua

que nos conduciría hacia la otra orilla del lago

donde una luz tenue de atardecer

daría calor a nuestros ímpetus solidificados.


La sin razón de los sueños nebulosos

había invadido nuestro jardín de invierno



donde volvió a brillar por un día (solo por un día)



el fulgor que haría florecer a las violetas.




Por un instante  (un solo instante), el perfume de la hiedra

logró   envolver nuestras ilusiones esparcidas por la hierba.


 Selene, se engalanó con hermosos abalorios de  bellos colores

y en un claro del bosque, junto a las acacias doradas,

guardó en  una cajita de nácar, los hilos de plata

que tejen, los espejismos que afloran

en el hastío de nuestros corazones petrificados. 



 

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