Cuando camino descalzo por la orilla del mar, hundidos los pies en
la arena, siento un cosquilleo que me transmuta desde la planta del
pie hasta el último de los cabellos de mi despoblado cuero
cabelludo. Son momentos en los que no puedo ni quiero avanzar hacia
adelante, me quedaría así, “pasmado”, inamovible, estático...
observando la película que proyecta mi cerebro, mimetizándome con
el actor principal que no es otro que yo mismo.
La densa niebla que cubría el pinar durante las primeras horas de la mañana ha ido cediendo paso a un sol cada vez más bravo en intensidad y luminosidad dejando un cielo totalmente nítido, despejado de brumas y de algunas nubes pasajeras que aparecieron por el oeste.
La intención para hoy era continuar con la sesión de fotografías que la lluvia de estos días pasados me ha impedido realizar. Sin embargo, esta humedad tempranera que tanto afecta a mis huesos me ha hecho cambiar de idea. Después de un desayuno copioso (es la mejor comida del día) y buen rato de música y lectura, he decidido bajar un rato a la playa.
La soledad y el silencio hacen que mi mente retroceda en el tiempo. Ese tiempo prófugo y veloz que se escabulle entre mis manos lo mismo que un puñado de arena fina cuando tratas de atraparla entre los dedos.
La recuerdo, cada vez más cercana a mi mente... Cómo me gustaría percibir y retener en mi memoria su calidez, su dulzura, la inocencia picarona de su mirada, la tristeza , a veces, de su semblante, la luz de su presencia.…
En mis días grises, la presiento tumbada al sol en su rincón favorito del jardín; deambulando por casa siguiendo mis pasos o plácidamente dormida al calor de la chimenea.
La visualizo trotando por la playa, sorteando las olas, feliz... En el silencio de mi soledad, pronuncio su nombre: ¡Paloma...! y lanzo su pelota favorita al viento, con la esperanza de que al vuelo, la alcance y continuemos el juego...
La densa niebla que cubría el pinar durante las primeras horas de la mañana ha ido cediendo paso a un sol cada vez más bravo en intensidad y luminosidad dejando un cielo totalmente nítido, despejado de brumas y de algunas nubes pasajeras que aparecieron por el oeste.
La intención para hoy era continuar con la sesión de fotografías que la lluvia de estos días pasados me ha impedido realizar. Sin embargo, esta humedad tempranera que tanto afecta a mis huesos me ha hecho cambiar de idea. Después de un desayuno copioso (es la mejor comida del día) y buen rato de música y lectura, he decidido bajar un rato a la playa.
La soledad y el silencio hacen que mi mente retroceda en el tiempo. Ese tiempo prófugo y veloz que se escabulle entre mis manos lo mismo que un puñado de arena fina cuando tratas de atraparla entre los dedos.
La recuerdo, cada vez más cercana a mi mente... Cómo me gustaría percibir y retener en mi memoria su calidez, su dulzura, la inocencia picarona de su mirada, la tristeza , a veces, de su semblante, la luz de su presencia.…
En mis días grises, la presiento tumbada al sol en su rincón favorito del jardín; deambulando por casa siguiendo mis pasos o plácidamente dormida al calor de la chimenea.
La visualizo trotando por la playa, sorteando las olas, feliz... En el silencio de mi soledad, pronuncio su nombre: ¡Paloma...! y lanzo su pelota favorita al viento, con la esperanza de que al vuelo, la alcance y continuemos el juego...
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