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Cuando la hierba brota de nuevo en el jardín, después de un invierno frío, las hadas se transforman en mariposas que juguetean traviesas entre las incipientes y tímidas flores que poco a poco van renaciendo desde el vientre de la madre tierra.
A Selene, un día cualquiera sin previo aviso se le coló por entre sus rendijas un rayo de luz. Descendió hasta sus catacumbas e insufló sobre su rostro, un soplo luminiscente de hermosas primaveras. Selene, al aflorar hacia la superficie, descubrió un mundo de músicas y colores de tonalidades distintas a las que hasta entonces había hallado en su pequeño planeta. Incluso los grises, presentaban un matiz especial.
El “encantamiento” del momento la transmutó en una hermosa yegua alada que la dotó de libertad de acción y movimiento.
Al sur del sur, en su costa oeste, por donde se oculta el sol, sucumbió al “rayo verde”, un lugar etéreo, donde los sueños se hacen realidad.
El edén se instaló de nuevo en su sonrisa y en el otoño de su mirada, floreció una eterna primavera.
1 comentario:
Me encanta lo que escribes,no dejes de hacerlo.
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