"Algo se marchitó de repente muy dentro de su ser: quizá la fe en la
perennidad de la infancia. Advirtió que todos acabarían muriendo, los
viejos y los niños"
(El Camino) Miguel Delibes
La fecha de caducidad está establecida, nos viene de "marca", al nacer. Nuestra "eternidad" es tan efímera como la de una bombilla que con un simple interruptor se enciende y se apaga: Luz y oscuridad.
Recorremos caminos angostos en busca de una felicidad que nunca hallaremos. Nos educan y "condicionan" en la creencia de "ser" más, "saber" más, "poseer" más.... subiendo peldaños, marcando objetivos, consiguiendo metas... es como una carrera de obstáculos en donde vamos agotando y quemando nuestro más valioso tesoro: El tiempo. Único e irrepetible tiempo.
Por el camino, vamos soltando las piedras mas preciadas y acarreando lastras cada vez mas pesadas: Contentar a todos, hacer lo "correcto", lo establecido, lo que se debe hacer... El "deber" manda, el deber nos llama, el deber nos busca.
Ocurre que cuando las metas se cumplen o no, conllevan un perjuicio mayor en el "debe" y el "haber" (da igual hacia donde se incline la balanza) El camino se acorta y el precipicio aparece bajo nuestros pies.
A veces nos llega un paracaídas circunstancial y la caída es más suave, menos estrepitosa (aún queda cierta esperanza) otras, ni mil alas de mariposas amortiguan el golpe.
Es triste llegar a esa conclusión: por el camino trazado hemos desperdigado un reguero de ilusiones y proyectos que las malas decisiones, la falta de valentía o el coraje de no saber decir NO, nos ha impedido ser aquello para lo que realmente estábamos "predestinados" y que no era otra cosa que forjar nuestro propio camino y elaborar nuestro "destino".
Siempre queda un resquicio de esperanza, aunque sea tardía... Prosigamos pues, "sin mirar atrás" que en el camino, quizás encontremos de nuevo, al niño que quisimos ser y una mala "praxis" nos lo arrebató.
La fecha de caducidad está establecida, nos viene de "marca", al nacer. Nuestra "eternidad" es tan efímera como la de una bombilla que con un simple interruptor se enciende y se apaga: Luz y oscuridad.
Recorremos caminos angostos en busca de una felicidad que nunca hallaremos. Nos educan y "condicionan" en la creencia de "ser" más, "saber" más, "poseer" más.... subiendo peldaños, marcando objetivos, consiguiendo metas... es como una carrera de obstáculos en donde vamos agotando y quemando nuestro más valioso tesoro: El tiempo. Único e irrepetible tiempo.
Por el camino, vamos soltando las piedras mas preciadas y acarreando lastras cada vez mas pesadas: Contentar a todos, hacer lo "correcto", lo establecido, lo que se debe hacer... El "deber" manda, el deber nos llama, el deber nos busca.
Ocurre que cuando las metas se cumplen o no, conllevan un perjuicio mayor en el "debe" y el "haber" (da igual hacia donde se incline la balanza) El camino se acorta y el precipicio aparece bajo nuestros pies.
A veces nos llega un paracaídas circunstancial y la caída es más suave, menos estrepitosa (aún queda cierta esperanza) otras, ni mil alas de mariposas amortiguan el golpe.
Es triste llegar a esa conclusión: por el camino trazado hemos desperdigado un reguero de ilusiones y proyectos que las malas decisiones, la falta de valentía o el coraje de no saber decir NO, nos ha impedido ser aquello para lo que realmente estábamos "predestinados" y que no era otra cosa que forjar nuestro propio camino y elaborar nuestro "destino".
Siempre queda un resquicio de esperanza, aunque sea tardía... Prosigamos pues, "sin mirar atrás" que en el camino, quizás encontremos de nuevo, al niño que quisimos ser y una mala "praxis" nos lo arrebató.
IMAGEN: GOOGLE (DEL ILUSTRADOR CRISTIAN SCHLOE) |
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