Domingo lluvioso con alerta "naranja" y cielo que no cesa de "desparramar" agua; menudo derroche de perlas de luz que corren apresuradas por el asfalto, humedecen la tierra, iluminan el verdor de los campos y ahora, en la noche, crean un halo luminoso, que se extiende más allá de mi horizonte.
La luna se esconde presurosa tras una nube de cristal pero su huella queda reflejada en el capó de un coche azul, aparcado en la carretera. El silencio abandona sus estancias para bailar al compás de un tres por cuatro interpretado por la lluvia
La fuerza de las olas extienden su eco hasta mis ventanas. El silbido del viento empuja y cimbrea las ramas y los troncos más débiles de arboles y arbustos en una fusión de elementos de naturaleza "salvaje" que reivindica su lugar en un mundo "domesticado" por el animal "humano".
La fuerza de las olas extienden su eco hasta mis ventanas. El silbido del viento empuja y cimbrea las ramas y los troncos más débiles de arboles y arbustos en una fusión de elementos de naturaleza "salvaje" que reivindica su lugar en un mundo "domesticado" por el animal "humano".
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