Es inevitable, el retroceso, digo. Son tiempos nostálgicos y aunque guardé la nostalgia en el baúl de los recuerdos, las Fiestas de Navidad son propicias a deslizar medio ojo, por alguna de las ranuras del baúl.
Solo que la mirada de ahora ha perdido aquel candor e ilusión de antaño y hoy, no está ausente de tristeza y melancolía en el recuerdo de los ausentes.
Quizás, tal vez, porque esta nostalgia está envuelta en el halo de incertidumbre y miedo que nos ha tocado vivir estos últimos años.
Cada día al despertar, doy gracias y me dedico una sonrisa a mí misma. Después abro la ventana y sea con un sol radiante, con bruma o lluvia, respiro hondo para dar de nuevo gracias.
Mi lucha contra mí misma es constante y continúa como esa lluvia fina y persistente que no da tregua. Luego pienso que este tipo de lluvia es generoso y fértil para el alma porque después de la lluvia, aparecen hermosos arcoiris de colores y la tierra, desprende su olor a primavera.