Si aún queda una pizca de sensibilidad, "déjate sorprender". Descubre esas pequeñeces casi imperceptibles que nos regala la vida. Abre tus ojos. Haz visible lo invisible. Y si es necesario, deja que las lágrimas limpien tu atmósfera y dibuje un hermoso arcoíris.
No permitas que un incipiente rictus de amargura brote en la profundidad de tu ser, borrando tu sonrisa.
Se valiente, que la luna sale a brillar esta noche, que los gatos van a maullar en los tejados, que Venus y Júpiter, se van alinear en un baile, al compás de un tres por cuatro.
Mira, asómbrate, que el perfume de las gardenias irrumpe en tu pensamiento para evocar bellos momentos ¿Recuerdas? Si, sí... son tantos (búscalos) que el tiempo, en este estadio, se hace perenne y se vuelve eterno... la niñez, cuantas risas (y alguna lágrima también)
Aquella primera mirada ¿cómplice...? Le apodamos el "Capitán Rojo", tímido, pecoso, precioso, pelirrojo... unos ojos furtivos de un azul intenso que "espiaban" de soslayo en un cruce de miradas también de soslayo....
"Melody" ¿Melody...? Fiesta de fin de curso. Amor instantáneo, en una sola dirección, tan efímero como el tiempo que duró su actuación, un solo de guitarra (Adagio del Concierto de Aranjuez) Muy mayor... último curso.
Nuestro primer viaje ¿solas? (y cien niñas más) al mar, todo el mar, el mar por primera vez.... veinte días de idilio intenso y hasta hoy.... aún huelo la caña de azúcar y los arrieros que las transportaban en aquellos borricos de pelo mullido y blanco, como Platero, o los de pelo mestizo y dorado al sol.
Los helados de vainilla y chocolate y sobre todo la libertad.... bueno, "libres" de padres y madres y "sometidas" a la disciplina de las monitoras (casi tan niñas como nosotras) en aquellas inolvidables colonias infantiles/juveniles de verano.
¿Ves? ya se han disipado las nubes. Las tormentas han dado paso a una brisa de terciopelo con sabor a melocotón... ya los veo colgados en las ramas de los árboles, verdes aún y los contemplo con ojos lujuriosos, golosos y glotones... ¡Ay! El tiempo. Aquel tiempo que siempre pervive en mí y en aquella niña blanquita, de trenzas morenas (negro azabache que diría un poeta) pecosa, traviesa... balanceándose en sus nubes de algodón.